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Implotar

 He perdido la costumbre, casi por completo, de escribirte. Digo, porque acá estoy escribiéndote una vez más. Tal vez esta sea la última. Recuerdo agriamente el tiempo en el que escribirte era de lo que más hacía. También recuerdo el tiempo en el que no lo calificaba con ese adjetivo. Porque aún en ese momento no había sido capaz de entenderte como realmente lo eras. Un problema. Un problema arduo y largo con el que a fin de cuentas me acostumbré a convivir y naturalicé como a los vecinos molestos del piso de abajo que se quejan de los ruidos de vivir en un edificio. Un problema que vivía a sus anchas ocupando espacio en mi cabeza sin pagar ningún tipo de alquiler. Llegó el día, por suerte, en el que entendí que era hora de dejarte ir porque yo merecía mucho más que eso. Merecía más que migajas y desplantes. Merecía más que mensajes a la madrugada, encuentro furtivos, la sombra en tu  vida. Merecía mucho más que ser tu shot de adrenalina. Tu secreto bien guardado, tu diferencial pintad

A mis 19

  Hola. Se que estas líneas llegan desfasadas en el tiempo, llegan tarde. Pero llegan. Se que no estás en un buen momento, ni en un buen lugar. Se que te atragantas las ganas de llorar, y que muchas veces no dormís de la angustia. Se que tenes miedo, de un montón de cosas. Le tenes miedo al tipo con el que estás de novia, a que diría tu familia si se enterara lo que hace. Se que te da miedo que no te hablen nunca más, porque eso sentís que es tu culpa, que vos se lo hiciste hacer. Se que la incertidumbre te atropella una y otra vez. El peso del mandato, lo asfixiante de la exigencia, y la auto exigencia. Esa idea que sin estudios no hay éxito. No hay futuro. No hay nada. Se que sentís que no mereces nada bueno, ni amigos, ni amor, ni felicidad. Se que te sentís atrapada. En tu cuerpo, en tu cabeza, y en esa casa del horror allá en Lugano, que otros la volvieron literalmente una prisión cuando no te podías ir porque "no encontraban las llaves". Se que naturalizas sus m

Felipe

  Tus ojos marrones contemplan los míos. Me miras bien. Me miras serio, me miras hasta lo más hondo del alma. Tus manos pequeñitas se ubican enmarcando mi rostro. No decís nada. Nos miramos un largo rato en silencio. Esta es la intimidad que nos da la complicidad. De ser tu compañera de juego, de cuidar de vos. Tu risa llega desde el centro de tu panza, se te ilumina la cara. A vos la magia te abrazo desde el primer día cuando el sol tiñó tu pelo de dorado. La luz te habita, todo lo bueno te habita. Le pido al universo que esa magia tan preciosa que posees de infancia te perdure en la vida, te acompañe, te cuide. Tu infancia vuelve mágica mi adultez. Porque creo que aunque la oscuridad a veces reina este mundo, también existen quienes iluminan, y vos brillas como el sol en las mañanas de verano. Tu abrazo de risa genuina acobija como la brisa en las tardes de calor.

Resabio

  Hace rato no te escribo nada. Supongo que quedó relegado a las madrugadas que compartimos, y en las que, aunque estabas lejos yo sabía que me abrazabas. Hubo muchas veces en las que pensé cuándo sería la última vez que te escriba algo. Un día sucedió sin más. Sin penas ni glorias te escribí por última vez unas líneas apuradas para no olvidarme lo hermoso que fue quererte tanto en una extraña adversidad. Hoy me acordé de ese amor extraño que creció como sin querer, como los brotes de los árboles entre las baldosas y el cemento. Me gusta que hayas sido mi brote imposible que se quedó chiquito entre adoquines. Me gusta que seas ese verde que corta la calle con impunidad y esperanza, que permanece implacable. Diminuto pero presente. No va a crecer. Tampoco va a ir a ningún lado. Permanece ahí. Ese rayito de sol en el invierno frio que nos acobija un poco. Ese abrazo sanador fugaz de mirada cómplice un instante. Ese momento que nos quisimos mucho atemporales y separados

Mariposas

 Estabas muerto por adentro habitando en otro cuerpo. Sabías que las mariposas mutan? Sabías que después de estar incómodas, después de lo horrible y lo ajeno Vuelan? Estabas muerto. Del capullo. Desde adentro. Te pudrías. El hedor te trepaba a la piel, en ese traje que vestías con ojeras negras y el rostro desfigurado. Estabas muerto. Sonreías vacío. La putrefacción te derretía la piel. Se puso negra. Se puso dura. Como corteza en el invierno. Floreciste en primavera, Del capullo renaciste. Sabías que las mariposas mutan?

Del amor y de los amigos

 Que particular el vínculo que uno se tiene con los amigos, que se construyen, se comparten, y se crece ahí solo por el hecho de disfrutar uno del otro. Nadie, en los genuinos, gana más que el tiempo que elige compartir.  Así todo mis amigos me son compañeros de aventuras varias, de risa, de bailar, reírnos, cantar, enojarnos, despotricar, llorar de felicidad, de tristeza, series en la cama, abrazos de refugio, abrazos que huyen del frío. Con todos ellos elijo crecer, elijo creer y elijo ante todo ser mejor. De los amigos uno no obtendrá nada más que la fortuna de compartir la vida, abrazarnos llenos de amor, preguntarnos dónde queda el mañana, trazar un mapa para no dejarnos de encontrar. En los amigos uno hallará un montón de cosas que elige por lo lindo de compartir. Me gustan mis elecciones. Me hacen feliz mis elecciones.  Ojalá ustedes también los hallan elegido con la pericia necesaria para que sean refugio, sean un hogar con café con leche y medialunas los domingos en los que un

Salto

Estabas esperándome en algún punto en el futuro. Estabas tranquilo sin preocucuparte ni espantarte de mis huracanes urgentes, mientras me abarrotaba de inmediatez. "No importa" dijiste, yo te voy a querer igual; respiré tranquila a vos la calma te es tan geniuna como los huracanes que me habitan.

Viajeros 2

  Me gusta creer que la magia todavía habita este mundo. Me gusta creer que hay muchos universos en simultáneo ocurriendo y en todos ellos no hemos cruzado. Me gusta creer que esa magia a vos también te habita y que por eso     nos seguimos encontrando en todas las temporalidades posibles porque sé que solo el orden de lo extraordinario puede explicar lo que nos une. Me gusta creer que este amor eterno que nos tenemos trasciende líneas temporales y eso es lo que tira de nuestras formas mortales hasta encontrarnos en abrazos y la risa compartida una y otra vez. Me gusta creer que la magia habita este mundo y que tanto nos queremos que no alcanzo un solo universo ni una sola línea temporal para todo este amor. 

La orilla del río

  A la orilla del río, donde los peces no llegan. A la orilla del río, en el barrial espeso hundo mis pies en la tierra viscosa. A penas me veo los dedos húmedos en la negrura. Los muevo, se los traga. Me quedo quieta, los absorbe. A la orilla del río descubrí cómo tus ojos negros se vuelven casi dorados. El sol se pone en la carcajada que te escapa de la boca. En tus ojos negros pienso cuánto disfruto de tu compañía. En tus ojos negros observo el instante en que la tarde se apaga. En tus ojos negros el tiempo se agota igual que la luz. En tus ojos negros, a la orilla del río.

Micro- relatos

Viajeros Me da miedo viajar en el tiempo. Me da miedo despertarme en algún punto en el pasado conociendo tu existencia y vos ignorando la mía. Me da miedo tener que espérate inerte, rogando volver a vernos. Repetir los pasos para encontrarnos y que al final nada nos haya cruzado.   Cumpleaños feliz Esperó todo el día impaciente, al lado de la puerta. Zapateaba de los nervios la ansiedad por los paquetes que llegan. Sonreía por el detalle del regalo enviado. Le gusta que su mejor amiga le haga esas sorpresas aunque convivan. Con Ana son tan parte de la misma cosa que hasta comparten el tatuaje del dedo anular, de estrellas y Saturno. Le dio un poco de bronca que no estuviera ahí con él, pensó que probablemente Oscar, su novio, la habría encerrado en el departamento de nuevo. Suena el timbre. Abre de un tirón. Se encuentra con el papel brillante de colores como los del arcoíris.    Urgido, lo arranca con la sonrisa pegada a la boca y desarma el paquete. Ahoga un grito.  Se le afloja el c

El día que más te extrañé

No fue el peor. Mira que pensé que iba a serlo pero no fue el peor. Me preguntaste el otro día cuando nos cruzamos en la calle cuando te extrañé más y te dije que el primer sábado que no pasamos juntos y que ya no nos hablábamos. Me pareció lógico. El día anterior decidimos que no nos hablábamos más. No fue ese.  No sé cuándo queda este recuerdo pero si sé dónde. Sé que fue cruzando La plata por Independencia. Esperé dos horas el bondi y ninguno me paró. Yo solo quería volver a casa. Mire el cielo y era rosa bien pastel y dorado naranjoso. De noviembre me encantan los atardeceres porque el vientito y el calor te hacen acordar que estás vivo. Miré. Miré mucho el cielo. Me acordé que a vos te gustaba mucho ese color y los mates a esta hora cuando esperábamos colectivos eternos.  Ese, fue el día que te extrañé más. Porque que el colectivo no viniera nos servía de excusa para compartir otro rato, y si ninguno paraba, ninguno me llevaba, nos haríamos de la razón que necesitábamos para que v

Atardecer

Así como velado. Así a través de la persiana, veo el sol inmaculado como baja y se tiñe, todo se tiñe. Si lo miras fijo cerras los ojos. Si lo miras fijo, cuando los cierres todavía estará ahí su imagen ausente y latente. Flota atrás de los parpados. Diría que arde. No sé si arde. Cuando miras el sol fijo te quema. Cuando el sol cae en el horizonte todo se enfría. Los ojos me arden. Me arden de tanto llorar. Cuando corrí la cortina, cuando encontré el sol sin velo,   me terminé quemando. Revisé aquello que guardé, revisé todo lo que me escondí. El atardecer es un día que termina, y lo observo como cae y muere a la noche. Esto también veo caer, lo veo morir y todo se enfría. Cuando te miré fijo, cuando te corrí el velo, cuando solo me senté a observar, me abrasa el frio, y mi cuerpo se parece al fuego cuando consume todo y a los huesos llega todo eso que no puedo ni decir, porque me inundo, porque me ahogo, porque el fuego quema, y esto me consume.
  Soltas el aire lleno de humo y sonreís. Me quedo mirándote un rato. No quiero olvídame de esto. Tampoco quiero que te olvides de mi. Quiero que tus sentencias de carcajadas en los ‘¿Cómo podría olvidarme de vos?’, sean ciertas. Quiero que vos también me guardes en tu memoria y en vestigios de noches pasadas me veas en las muecas que hago y en cómo se me desafina la voz cuando estoy divertida. Quiero que sea verdad que mi risa te hace cosquillas y que tengas tanta ganas como yo de que esto perdure.   Quiero que quieras aferrarte a mi recuerdo en el presente, que quieras una continuidad casi inmortal de secuencias cotidianas. Quiero que quieras un presente continuo que se le desdibuje un poco el resto de la temporalidad existente. Quiero con vos un montón de cosas. Quiero que vos las quieras conmigo. Quería. Todavía quiero en realidad, pero es de madrugada y no estás acá. Me pregunto si en las madrugadas vos también te acordas de mi. Ojalá que si. 
 Hola, gracias por ser mi compañero de aventuras. No sé mucho ni bien qué decir cuando las personas me hacen así de bien, así de feliz. Si puedo decirte que con vos en el medio de la soledad inmensa de la cuarentena nunca deje de sentirme en compañía. Gracias por eso. Gracias por ese amor inmenso que me das que parece que no entiende de distancia. Charlar con vos es estar ahí con vos. No sé cuantos mates compartimos entre el conurbano y capital, en ese lugar en el medio e imaginario que nos pertenece. Me gusta pensar que a veces estamos en tu terraza y otras en el patio de mi casa. Me gusta esta amistad perteneciente al orden de lo maravilloso porque tanto amor me ha sabido sanar. Me gusta reírme a la par tuya e imaginarme tu mueca desordenada de la carcajada.  Me gusta esta casualidad y todas las consecuencias que nos trajeron hasta acá. Ente el universo que nos cruzo y todas estas decisiones.

Miedo

 Hola, te extraño. No me animé a escribirte, pero necesitaba escribirlo. Tal vez algún día te enteres que hace rato escribo de vos. O no. Probablemente no suceda. A veces me es muy difícil poder decir en voz alta las cosas que me suceden.  El miedo también es esto.  A que sepas, a que te enteres que te abrí la puerta y me siento un poco a la deriva. Me trepa, me come, me perturba este nivel de exposición pero cuando a la madrugada me sacas estas carcajadas tan auténticas se y entiendo que no tengo que tenerte tanto miedo. Por ahí mañana me de un arranque de valentía en un desvarío verborrágico y te suelte cuanto te quiero y lo mucho que te extraño en el medio de este silencio. Porque el miedo también es a las cosas lindas.

De lo que no supe decir

  Te merecías una despedida mejor que esta. Te merecías una conversación hasta que saliera el sol ausente sobre la general paz, y las luces que habíamos visto desvanecerse al atardecer emerger nuevamente. Te merecías que dejara de divagar un rato y pueda explicarte un poco de todo y no un párrafo enredado a altas horas de la noche cuando entre la angustia y el desconcierto no hubiera sabido cómo decir todo lo que no entendía que quería decir, y tal vez después, entre tanta angustia reírnos un poco, porque creo que es lo que siempre hicimos mejor. Reírnos a carcajadas, hasta las lágrimas, estallados. Me hubiera gustado que fuera en la terraza de la casa de tus viejos, sentados en la escalera viendo el tiempo pasar y los autos correr en la autopista, de la misma forma que corrió la vida entre nosotros y nos llevó a caminos tan distintos en un instante eterno, como el que me desgarraría el alma mientras bajaba las escaleras en Moreno para tomarme un subte que me hizo cruzar la ciudad.