Felipe
Tus ojos marrones contemplan los míos. Me miras bien. Me miras serio, me miras hasta lo más hondo del alma. Tus manos pequeñitas se ubican enmarcando mi rostro. No decís nada. Nos miramos un largo rato en silencio. Esta es la intimidad que nos da la complicidad. De ser tu compañera de juego, de cuidar de vos. Tu risa llega desde el centro de tu panza, se te ilumina la cara. A vos la magia te abrazo desde el primer día cuando el sol tiñó tu pelo de dorado. La luz te habita, todo lo bueno te habita. Le pido al universo que esa magia tan preciosa que posees de infancia te perdure en la vida, te acompañe, te cuide. Tu infancia vuelve mágica mi adultez. Porque creo que aunque la oscuridad a veces reina este mundo, también existen quienes iluminan, y vos brillas como el sol en las mañanas de verano. Tu abrazo de risa genuina acobija como la brisa en las tardes de calor.