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Mostrando entradas de junio, 2017
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Hoy igual que todos los días espere que llames. Esperaba que sonara el teléfono con tu nombre en la pantalla y después de hacerme desear un poco, responderte. Esperaba que del otro lado me encontrará con tu voz disculpándose por no haber llamado antes, que te excusaras con que habías estado ocupado o alguna cosa así.  No importa con que, con tal de que llamaras y aseguraras que ibas a venir esta tarde. Aunque el teléfono no sonó, yo esperé igual, y cociné esas cosas que tanto te gustaban a vos y pensé que tal vez preferirías no llamar y aparecer en mí puerta para que merendemos juntos, y nos olvidemos de todo esto un rato y disfrutar de la compañía del otro. Preparé todo para la hora del té. A las siete y media, supe que no ibas a venir, y con tristeza y pesadez levanté la mesa y miré el teléfono decepcionada, buscando mensajes que nunca llegaron y se que no van a llegar. Ni te diste por aludido. Seguí esperando. A veces me pregunto que tan estúpido es esperarte, que tan inútil es

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Sabía que este día iba a llegar, en el que pasado de felicidad me contaras tu buena noticia y a mi se me parar el corazón y no me entrara el aire en los pulmones. El día en el que el desconcierto absoluto me inunde el cuerpo y no termine de saber si reir o llorar, con vos. No es que no lo esperara, es que nunca iba a estar lista para escuchar esa noticia. Dejarte ir de esta manera es de las cosas más dificiles que he tenido que hacer, con las que he tenido que lidiar. A pesar de eso, no voy a olvidar los buenos tiempos, las tardes eternas, las noches que nunca debieron terminar. Aunque me duela y me desgarre, no voy a olvidarme de nada, dejarte ir no tiene por qué significar borrarte.