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Mostrando entradas de febrero, 2020

Homónimos

Te reís. A carcajadas. Te reís tanto, que me hace cosquillas. Sonrío. Te colgas hablando de algo que no sé si tiene mucho sentido, pero como me quedé en silencio mirándote fijo seguis tu tesis sobre alguna observación extraña que se te pasó en la cabeza en ese momento. Me gusta cuando no paras de hablar de cómo observas el mundo. Me gusta cuando lo explicas así que casi puedo verlo a través de vos. Te sonrió y pienso que nunca pensé que podía sentir tantas cosas a la vez. Creo que es de esos momentos en los que soy tan feliz, que hasta puedo tocarla, como si se hubiera materializado en esta foto que podría sacar de este momento, en el que nos reímos y debatimos un poco cosas que no tienen ni sentido, ni que son relevantes, pero las discutimos como si realmente importaran algo. Hay algo en eso de discutir nimidades con importancia. En la comodidad que hallamos derivada de la complicidad. De reirnos. Nos quedamos en silencio. Creo que la felicidad se puede tocar. Que me puede trascender

Sol rojo

La tarde que el infierno se trepó al cielo y tiñó el sol de rojo.  Supe que era un estado y un lugar. Ahí donde elegís no estar. Ahí donde la ausencia se encarna y me da caza. Arde. Todo arde. Como el fuego sobre la piel. Arde. En el alma. En tu ausencia y este infierno que se encarna ahí donde ya no estás. Arde en la memoria. Arde en el cuerpo que recuerda donde tus manos calaban mi piel. Se lo devora el tiempo. Se lo devoran las llamas del olvido. Como el fuego, se deviene en cenizas de este infierno que trepó al cielo y tiñó mi sol de rojo.

Verano

Lluvia de verano en el conurbano del enero que fue eternidad. La tarde que te vi llorar, al borde del abismo preguntaste si había más. Te respondí que los finales también pueden ser comienzos. Ojalá mañana puedas volver a empezar. Cuando el viento lave esta tormenta y las gotas tu pesar.

Cuatro de febrero

Me desperté de tu lado de la cama, desparramada. Como si dormida hubiera tanteado el colchón hasta encontrarte y quedé  al borde rendida después de hallar tu ausencia. Me desperté de tu lado de la cama y me ardió ese abrazo que me faltó en la piel esa mañana y todas las mañanas que estaban por venir. Me desperté de tu lado de la cama y recordé que ya no tenía ‘lados de la cama’ porque hacía rato que te habías ido y hace un tiempo largo que abro los ojos al borde, al final. Ahí donde no queda nada. Ni tu lado de la cama.