La última despedida

El otro día un amigo me dijo que para que yo me cansara de algo o de alguien
 hacía falta un montón,
 pero que una vez que pasaba no había vuelta que darle.  
Hoy me cansé de vos. 
Tal vez algún día vuelvas a leer este mensaje. 
No lo sé. 
Mientras te dejo esto: la última despedida. 



Nos saludamos en la puerta del edificio. Tiraste de mi muñeca y me abrazaste. Soltaste con una culpa que no te cabía en el cuerpo que me querías un montón pero yo ya no estaba ahí. Me quedé perdida en algún lado, en algún momento de los últimos diez años de nuestras vidas. Me perdí mirando el cielo, y que lejos quedaba el quinto piso del que habíamos bajado. No sabía muy bien qué hacer.
_Te quiero. Un montón- repetiste.
Hice un esfuerzo por no empezar a llorar ahí nomás. ¿Así se siente romperse?
_ Yo también- respondí algunos segundos más tarde, en piloto automático,  y con cierto desdén.
Quería que te fueras. Así todo a cada instante de tu partida notaba como se me desmembraba el alma.
Abrí la puerta. Me apretaste la mano. Me miraste a los ojos, y vi como notabas que algo había cambiado, también vi que no entendías muy bien nada de lo que estaba sucediendo.
No lo sabías pero yo si. Esta es la última despedida. Ya no quiero nunca más saludarte a hurtadillas cuando nadie nos está mirando, ya no tengo ganas de esconderme entre las sombras para que tus amigos no se enteren que te enredas conmigo, ni que cuando me miras no podes dejar de hacerlo, y te haces de alguna excusa para encontrarme a solas y cuando podemos entre besos ahogados nos tratamos de calmar esta sed que nos brota de adentro, como si nunca fuéramos a poder sacarnos estas ganas de encontrarnos, de tu piel con la mía.
Esta es la última vez. No quiero nunca más miradas pícaras a través de habitaciones, no tengo ganas de que pongas cara de nada cuando escuchas mi nombre, porque se y estoy segura que cada vez que quiero te desarmo a mis ganas y a mis tiempos.
Cerré la puerta. Subí apurada al ascensor. El señor que estaba ahí dentro me preguntó dónde iba y pensé que extraño que no tenía ni idea dónde podría estar yendo.
_Quinto- le dije.
Apretó el botón.
Se puso a conversar sobre el consorcio, sobre que la del doce nunca paga a tiempo y otras cosas que no tengo ni idea de qué iban.
_No vivo acá. Estoy cuidando los gatos de una amiga
_Ah, discupá querida.
Levante la mirada, sonreí a medias. Me vi en el reflejo doble como tenía los ojos a punto de estallar. Me dio pena ese hombre que me descubrió devastada tragándome las ganas de llorar que solo buscaba distraerme.
_Hasta luego- solté cuando bajé
_Cuidate querida- lo escuché decir mientras el temblor se abría paso por mi cuerpo. No podía abrir la puerta. Tuve que con las dos manos embocar la llave en la cerradura.
Este departamento es de mis lugares favoritos en la tierra. Acá guardo un montón de recuerdos felices y así todo no hacen diez minutos me sentí demoler. Acá, hace un rato, me perdí en algún lado entre tus miedos y mi incertidumbre.
Entre vos que nunca sabes que queres en la vida y yo que tengo estas ganas constantes de llevarme el mundo por delante.
Una vez dije que nunca iba a dejar que eso me gane, que yo había nacido segura de nada pero que estaba dispuesta a siempre avanzar  y que poco me importaba si venias o no conmigo, porque yo iba a seguir.
Me pregunto dónde tendría tantas ganas de ir. Me tiemblan las piernas. Me siento en el piso. Rompo en llanto. Ahora entiendo esta expresión, hoy más que nunca. Me rompo, y lloro. Lloro porque siento como me rompo, y me rompo cada vez más mientras lloro.
No puedo dejar de llorar. Me ahogo en mi propio dolor, me ahogo con mi propio llanto.
Lloro, cada vez más. Más fuerte. Tiemblo con la fuerza de los terremotos, tiemblo y recuerdo cuando dije que vos te parecías a los desastres naturales por la fuerza con la que te habías instalado acá, en mi vida. Qué acertada estuve en esa comparación, ahora después que el desastre pase, después que mis cimientos se hayan partido en pedazos y queden agujeros profundos, haremos un conteo  de los daños que has dejado.
Mientras lloro, y me desarmo.
Esta, es la ultima despedida, porque yo por vos no lloro más. Porque si alguna vez alguien vuelve a quererme que lo haga con el valor que nunca tuviste y que no tenga nunca más que refugiarme en la penumbra, en el secreto, en que tus amigos no se enteren que el terremoto soy yo.

Comentarios

  1. Tremendo. Me pareció un relato llevado majestuosamente, y por sobre todo, transmite mucho. Pude ver cada una de las acciones.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

2019

A mis 19