Ceniza

Me desperté del calor. Incómoda.
Levante tu brazo de encima de mi pecho y despacio me escurrí lejos tuyo.
Salí de la cama.
Te contemple en la penumbra.
Nos vi en esta noche de verano,
con el ventilador de fondo recordándome que ahí estaba yo,
parada al borde de la cama y vos desmayado del sueño.
Metí la mano en la cajonera del mueble tratando de no hacer ruido,
pero como siempre cuando uno se llama a hacer silencio
la casa se acuerda lo mucho que le gusta el estruendo.
La madera vieja chillo cuando abrí y cuando cerré el cajón.
Te revolviste en la cama. Te mire por arriba del hombro y no te despertaste.


Me gusta del verano sentir el piso templado en mis pies.
Me gusta del verano la brisa de la madrugada.
Me gusta este balcón y el silencio de Banfield.
Siempre digo que me encanta el conurbano,
no puedo explicar mucho porqué pero me gusta,
sobre todo en las madrugadas como esta.
Vuelven a pasar los trenes, ya deben ser más de las cuatro, pienso.
Mientras abro la cajita de cigarrillos que saque del cajón
y encuentro el encendedor que guardo ahí adentro.
Pienso un rato si prender o no prender uno,
es de esas cosas que disfruto muchísimo en la soledad,
cuando nadie me ve, cuando nadie escucha.


Ahí en el silencio es donde me pregunto qué será la nada y tal vez sea este espacio.
Respiro hondo cuando el viento suave me acaricia la piel,
la noche se enciende en la ceniza, cómo un pequeño destello.
Sé que acá nadie me ve.
Sé que si alguien estuviera mirando allá en el otro edificio
a varias manzanas de esta
solo vería apenas un puntito naranja rojizo jaspeado,
que se ilumina en mi respiración.


Sé que si estuvieras mirando no sabría que decirte,
porque no estoy durmiendo con vos.
Sé que hoy no lo sé,
pero en unos meses cuando vuelva a este momento
sabré que ese escape,
ese salir de la cama,
del peso de tu cuerpo,
de vos,
del calor que me ahogaba,
fue elegir dejar de elegirte.


Las cenizas se vuelan,
yo me enciendo y me apago en esa clandestinidad que acostumbré elegir,
cómo los cigarrillos que fumo cuando vos dormís.
Me consume,
en las cenizas me vuelo,
en las cenizas me desarmo, me pierdo.


Te vas al rato sin desayunar.
El sol sube al mediodía y baja insoportable con la tarde implacable contra el ventanal.
Me ha dejado abombada y un poco perdida,
o tal vez sea que sé que este es de esos momentos que las cosas se terminan.
Armó el bolso.
Ya no quiero volver acá.
Dejo la caja en el balcón con las colillas de anoche.
Ya no me quiero en cenizas.
Ya no me quiero en silencio,
ni desvanecerme en la brisa del verano.
Ya no me quiero con vos.

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