Después de las estrellas

Ayer me crucé a tu hermano. Estaba en un bar cenando con su nueva novia. Lo ví reírse a la par de ella y como sonreía sin prestar atención a nada más.
La llamé a tu mamá y le conté que los había visto, y entusiasmada me preguntó cómo era ella.
Hace unos días también pasó por casa tu viejo y mientras nos tomabamos unos mates nos burlabamos del mío.
A veces es extraño pensar y saber que ya no estás. Otras me olvido que te fuiste y hago como si estuvieras viajando por algún lado, allá después de las estrellas.
Hay días que me acuerdo de vos con una sonrisa y pienso que me gustaría poder mandarte un mensaje y  contarte todas las veces que vi a tu hermano y su novia, cruzarte en la parada de colectivo y que me des un abrazo de oso de esos que dabas vos y que aunque me sentía pequeña, también sentía refugio como el que solo puede dar un viejo amigo de la infancia con quién has crecido.
 Hoy te escribo porque quiero que sepas que estamos bien. Que ellos están bien. Tu mamá volvió a reirse mucho y tu papá me gasta como lo hacía hace unos años. Tal vez ya no se rien como antes porque una parte del alma y de la vida se les fue la tarde que te fuiste vos, pero se ríen. Se que tu hermano también está bien, he visto el destello que sus ojos supieron tener volver de a poco como la luz tenue del amanecer.
Se que la vida no volverá a ser lo que fue, pero quiero que sepas que están bien, que los abracé mucho cada vez que pude para que no les duela tanto y que aunque es difícil a veces, están bien.
Te abrazo allá a la distnacia de donde estés. Te quiero en tiempo-espacio compartido, en la eternidad a la que perteneces.
Los amigos que se han ido se conjugan siempre en presente, porque a pesar de la distancia nos habitan y habitamos en todo aquello que ha sabido hacernos feliz y nos quiso con la honestidad y el desinteres sincero.

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