Día 10

Creo que si hay algo en lo que me volví experta en los últimos días en saber no saber nada de mi. Me he hallado incansables veces simplemente estando en tiempo espacio sin tener mucha idea de cómo había llegado ahí.
Cuando hablan de estar suspendido en el tiempo creo que se siente un poco así. Estar despegado de la temporalidad, y de la materialidad misma de existir y pasar a ser simplemente sin estar propiamente en uno mismo, en la condición física y finita que es la presencia en si misma. Es como si mi mente hubiera perdido conciencia de sí.
Lo más particular de toda esta situación es que tampoco encuentro forma de explicarla de algún modo. Sobretodo no encuentro forma de explicarme a mi misma cómo estoy.  Es esa sensación de tiempo detenido-tiempo en cámara lenta en la que la hipersensibilidad es tal que te anula la capacidad de sentir algo en absoluto. Estoy reducida a estar, y respirar e incluso hay veces que ni siquiera puedo respirar. Hay veces que la realidad se vuelve tan densa que la fuerza de gravedad misma se multiplica a un nivel que no puedo evitar sentir que me aplasta contra la tierra. Trato de concentrarme. En ocasiones, funciona. Son las menos.
Vagando por este estado de desconcierto total me viene una sola palabra que pueda explicar todo esto. Desasosiego. Sosiego es el estado de tranquilidad o calma que hallamos en algo o en alguien. Desasosiego implica la pérdida de dicho estado.  Es curioso como es una palabra que jamás había buscado en el diccionario, que tenía una idea bastante general de lo que podía significar y cuando lo leí me pareció que tenía todo el sentido.
Se que este extraño ¿estar? se debe a eso. También se que no lo puedo calificar como "mal", porque lo que mejor me cabe de toda esa definición es ese sentimiento de estar perdida, de no saber, nada.
Así todo sé que esto es el desasosiego en si mismo. Se que es el dolor que se siente en esa pérdida, que lo siento en la mente cuando me encuentro mirando la nada durante horas, y que lo siento en el cuerpo cuando mi celular marca las cuatro de la mañana y mi cuerpo convulsiona en el llanto contenido y los ojos inundados de lágrimas mientras trato de respirar y calmarme. Mientras intento sacarme de la cabeza todos los recuerdos que me atormentan uno atrás del otro a la par que se desbibujan lentamente en mi memoria. Porque si hay algo más triste que tener que olvidar tantas cosas con alguien es saber que tu memoria está perdiendo partes de esos recuerdos, que ya no sentís en el cuerpo los abrazos ni el calor del otro que alguna vez estuvo, que lo hace mucho más rápido de lo que estoy preparada para dejarlo ir.
Es extraño como incluso duele tanto aquello que ni siquiera vivimos. Creo que lo que más duele cuando algo termina es esa imposibilidad de genera futuro. Nada ni nadie nos pertenece más que en ese anhelo de volver a encontrarnos, volver a vivir nuevos recuerdos. Porque el pasado ya se nos ha ido y no podemos volver y el presente es un instante que se desvanece en el momento en el que somos capaces de apreciarlo. Solo poseemos ese futuro que estemos dispuestos a construir, esos instantes en los que nos toque coincidir. Yo ya se que no voy a volver a coincidir, que me quedé sin instantes y por lo tanto sin futuro que pueda esperar, añorar.

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