Camila

Todavía recuerdo cómo sonreía, como a veces se quedaba quieta, inmóvil de cara al sol. A veces sin darme cuenta podía contemplarla durante horas, otras veces pensaba como podía ser que alguien pasara tanto tiempo ahí sin hacer nada más que permanecer estático con la firmeza de una estatua. Ni siquiera se estremecía cuando el viento helado arremetía contra su cuerpo. Hubo días en los que podía asegurar que no pertenecía ni a este mundo, ni a este plano de la existencia. Hubo otros en los que desee un poco más de esa mediocridad humana que poseen todos los mortales para poder así entender algo de todo eso que ella era, o al menos para que salvar un poco de esa distancia que se instalaba entre las dos, cuando ella era tan ella y yo tan yo que parecía que un muro de varios metros de anchura se construía en un instante entre ambas.
Hay gente que simplemente es magnífica. Magnifica de magnitud y gigantes, magnifica desde lo increíble y deslumbrante. Ella era todo eso junto. A la vez. Como si en su diminuto cuerpo cabieran tantas palabras, tantos adjetivos. Ella era la definición de todos ellos.
Aún habiendo vivido tantos años todavía me puedo sorprender de como las palabras y conceptos a través de los cuales definimos y conjugamos la vida se configuran y reconfiguran constantemente por medio de las personas que conocemos y como impactan en nosotros.
Camila era todo eso, y más. Camila era mágica. Sonreía y todos volteaban a verla con esos hoyuelos que se le formaban a los costados de la cara, enmarcando la boca. Camila con su madurez fuera de serie nunca tenía la edad que tenía que tener, su cerebro y corta vida llena de experiencias la habían dotado de una sabiduría impropia de la juventud. Camila cantaba, reía, bailaba y parecía que el universo entero entraba en sintonía con ella, y armonizaba todo de esta vida con esa energía que nunca nadie antes había visto poseer. Camila era un espectáculo.
Tal vez que Camila me resultara tan ella tenía que ver con quién era yo, estaba relacionado a que jamás me habría imaginado contemplando a alguien de la misma forma que uno contempla una obra de arte en un museo, viviendo la experiencia estética de encontrarse frente a lo indiscutiblemente bello, ante aquello que despertaba sin lugar a dudas todas mis pasiones. Mis miedos. Mis fantasías. Todo lo que me hacía vibrar en algún nivel.
 Era un constante estar desvelada dandole vueltas a lo que escapa de mi conocimiento, de mi capacidad de entender. Llegó a mi vida como un fenómeno climático, con la fuerza de un huracán, y quedaba suspendida en el aire, en mis pensamientos, y penetraba mi mente como los terremotos rajan la tierra, y no la entendía de la misma forma que a veces no entiendo como puede hacer un calor de morirse y al instante llueve y uno se congela.
Tal vez fue porque no la entendía, o tal vez fue eso mismo que pasa con los esos días. Cuando la conocí, y cuanto más la conocía yo ardía en el más cálido y plácido de los veranos pero cuando me quise dar cuenta el viento había cambiado y me hallé en un desierto de hielo. Sin ella porque de alguna forma que había sido invisible para mi fue como esfumándose de apoco, en conversaciones vacías sin sentido, en reclamos sin fundamentos y desencuentros continuos. De hielo porque me caló hasta los huesos el espacio vacío que dejó su presencia, y ya no pude hacer más nada que recordar como al sol danzaba y permanecía estática, cuando el viento no la podía mover y ella permanecía allí como arrancada del orden de lo maravilloso y yo simplemente me detenía a detenerme con ella para verla solo estar ahí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

2019

A mis 19