Siempre lo dije y dudo que alguna vez deje de pensarlo, hay
infinidad de comienzos para la misma historia, y a veces ese real comienzo puede
no encontrarse al principio de la línea temporal.
Lo encontré en una caja que todavía sin terminar de despabilarme
tiré en su interior un poco apurada todos los recuerdos físicos que me
quedaban, y con lagañas en los ojos todavía, la encinté de tal forma que nada
pudiese escaparse. Ya no quería que nada de todo aquello me perteneciera en ningún
nivel.
Las fotos, algunas se me habían desteñido por el sol y el
agua, como si hubieran de alguna forma erosionado mi memoria, y los colores se dilataron fuera de su lugar
original.
No quise conservar nada. De nada. Ni siquiera el hilo que había
usado para colgar las fotos, ni los pequeños brochecitos que había encontrado
tan simpáticos cerca de la facultad. Tampoco, ese cuaderno que tanto empeño le
había puesto. Le debía un punto final, me lo debía a mi misma en realidad, me
debía admitir que esa historia no sería ni ayer, ni hoy ni nunca mi “felices
para siempre” porque primero, elegí dejar de creer todos esos cuentos que pintó
en el aire, y que se volaron en otoño y segundo, porque no quería estar más
ahí. Me digné a aceptar que el amor propio no es algo que esté mal realmente, y
que elegir ser feliz por uno, y elegir estar con alguien que nos hace feliz, no
está mal. No soy mala persona por haberte dejado.
No merezco torturarme a mi misma por las decisiones que
tomé, no soy cruel por haber dicho desde el momento cero que ese era el final
de lo que alguna vez a su forma tan retorcida, fue un nosotros. Tampoco está
bien estar con alguien porque te da pena dejarlo ir, o te da miedo lo que pueda
hacerse y hacerte, por horrible que suene.
Con un paso apretado y la caja en la mano, me acerqué al
cesto de basura que divisé una cuadra antes, y sin antes repetirme que yo elegí
ser feliz, y no está mal lo que hice, ni lo que estaba haciendo, dejé caer la
caja en su interior, y con ella todo el tiempo que compartí con él. Yo estaba
soltando mis miedos, mis pesadillas, y aceptando que lo que llevo ahora conmigo
no son más que cicatrices, aunque haya días que todavía duelan más que otros.
Entonces ahí recordé todos mis comienzos para este
principio. Recordé todos esos instantes en los que comencé a construir el
principio de todo esto.
Cuando me sentí tan miserable y presa en esa casa en la que
el sol no llegaba a entrar por las ventanas que quise correr hasta que fuera
capaz de escupir mis propios pulmones. Las lágrimas me bajaron por las mejillas
ardiendo y supe que nunca más volvería a ese lugar.
El atardecer entre risas y charlas filosóficas con mi mejor
amiga, sobre esa plataforma en el camping, la arena sobre los dedos. No tener
miedo. Encontrar la felicidad entre
risas. Abrazos grupales con mis amigas. Dolores de panza, de risa. Como entre
todo eso, me acordé que no sabía, ni conocía cuando fue la última vez que había
recordado ser feliz.
Saltar al vacío y animarme a arriesgarme por la persona que
hace tanto me voló la cabeza. Una noche estrellada en pleno diciembre, que
sostenga mi mano al atardecer. Que me demostrara que no hay excusas, ni otras,
ni porqué padecer estar con alguien. Una despedida en el aeropuerto al
amanecer, entre risas y lágrimas rogarle que no se fuera a la otra punta del
planeta, y poder volver a respirar un mes más tarde cuando pudiera volver a
abrazarme.
Un antro en Palermo, y que una vez más la música me
atraviese el pecho y me haga ser consciente de que estoy acá porque elegí ser
ese lugar.
La madrugada de un sábado que entre el insomnio y
pesadillas, decidí que todo eso, todo merecía que finalmente era hora de
aceptar lo que dejé ir, y que no está mal. Sobre todo eso, no está mal.
Elegí la vida que tengo hoy en día.
Todas las decisiones que he tomado hasta la fecha me han
puesto donde estoy hoy, y por eso no podría estar más feliz, porque se que
todas las noches duermo tranquila, porque después de tanto tiempo, y tantos
comienzos, me llevaron al mismo lugar.
Hoy, me volví a encontrar a mi misma.
Y no está para nada mal.
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