Subte
Sentí que algo me atravesaba, me giré desconcertada, y ahí
lo ví. Alto, flaco, con un buzo con capucha, y una sonrisa pintada en la cara.
No era cualquier sonrisa, era de esas que te pueden hacer enloquecer, que son
tan hermosas, que realmente, perder la cordura por algo así, tendría muchísimo
sentido. Era de esas sonrisas tiernas, que rozan con lo más perverso de uno.
Una sonrisa, por la que valdría la pena cualquier cosa, como viajar cuatro
estaciones más en el subte, para no perderla de vista. Era, de esas sonrisas,
que uno no quiere dejar de ver, aunque no nos correspondan. Era, de esas
sonrisas, que merecían pedirle el número de teléfono. Pero me bajé, y no me
animé. Era, de esas sonrisas, que se te tatúan
en la mente, y te hacen viajar cuatro estaciones
más, todos los días.
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