Alan era eso, la reducción de un extenso universo a un, nosotros dos. Nosotros, y el mundo. Nada más. En el mismo instante en el que su piel entraba en contacto con la mía, y mi conciencia, parecía huír, porque jamás pudimos encontrarnos mejor que en esta extraña inconciencia. Yo soy de esas personas que no saben describir el amor, mucho menos, cuando lo sienten, pero aún así sabía que era esto en realidad. Me estaba enamorando, sí, de él que era un misterio. De él, que era todo, cuando yo, me sentía nada. 

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