Crónicas de una muerte anunciada

Siempre tuve ese no se qué para poder ver las cosas antes de que pasaran, percibir esas que no me decían.
Con vos, no iba a ser distinto. Te sacaba la ficha incluso antes de que vos mismo te dieras cuenta, y te vi irte mucho antes de que decidas armar las valijas y marcharte.
Te vi, como entre sonrisas de plástico, me dejaste de mirar y pasaste a observar la escena. Te vi como, te fuiste alejando de apoco, a veces sin querer, a veces a propósito. Primero me pregunté por qué, cuál había sido el punto en el que todo se rompió delante mío y no lo supe ver, entonces, cuando menos lo esperé me estalló en frente el recuerdo no tan lejano, tu mueca de horror esa noche cuando me miraste, y nunca más me viste de la misma forma. Note como me esquivabas la sonrisa y con los días la mirada, note como me esquivabas cada vez más.
Observé como cada vez más te refugiabas más en quien juraste que era tu pasado, primero a escondidas y después sin reparo alguno estando a mi lado, como tu atención se desviaba.
Me duele saber que desde el momento cero lo vi venir, como rogué que solo fuera un mal sueño y que de verdad no fuera más que un recuerdo lejano, tan lejano que no podría volver.
Me equivoqué. Hoy me duele todo lo que se que está por venir, porque ya no me queres como antes, porque se que no te gusto como antes. Lo se en esa mueca que tan torpemente intentas esconder, esa que se te asoma a la cara cada vez que me ves sonreír, que intentas hacer como si no te pasara.
 Esto no son más que las crónicas de nuestra muerte anunciada.

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