Hola, gracias por ser mi compañero de aventuras. No sé mucho ni bien qué decir cuando las personas me hacen así de bien, así de feliz. Si puedo decirte que con vos en el medio de la soledad inmensa de la cuarentena nunca deje de sentirme en compañía. Gracias por eso. Gracias por ese amor inmenso que me das que parece que no entiende de distancia. Charlar con vos es estar ahí con vos. No sé cuantos mates compartimos entre el conurbano y capital, en ese lugar en el medio e imaginario que nos pertenece. Me gusta pensar que a veces estamos en tu terraza y otras en el patio de mi casa. Me gusta esta amistad perteneciente al orden de lo maravilloso porque tanto amor me ha sabido sanar.
Me gusta reírme a la par tuya e imaginarme tu mueca desordenada de la carcajada. Me gusta esta casualidad y todas las consecuencias que nos trajeron hasta acá. Ente el universo que nos cruzo y todas estas decisiones.
De repente, la luz se fue. Me quedé inmovil, sin decir nada, porque, yo sabía que vos estabas ahí. Abrí los ojos , pero esa oscuridad tan inmensa, me tragó. Sentí tu respiración a unos pasos de mi. No quería hablar con vos, con nadie. _Estas bien?- Quería contestarte 'Qué te importa', pero me pareció muy descortez. Hice una mueca de disgusto, y no volvì a hablar. Y descubrí por qué durante tantos años me ponía de mal humor la oscuridad, porque durante tantos años le temí, porque ahí ya no me podía esconder de nada, no había nada que pudiera esconderme de mi misma, y en esa claridad tan particular me descubría a mi. A mi, en mi desastre a mi misma, que tanto me detestaba.
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