Las partes del todo
Nos miramos.
Mucho.
En silencio.
No dijimos nada.
Me pasaste la mano por la cintura y me acercaste a vos.
Te miré cómplice.
Apenas sonreímos.
Nos medimos.
Me preguntaste si sabía si el todo era igual a las partes o las partes eran igual al todo.
Se me desconfiguró la mueca.
En una carcajada ahogada te pregunté qué habías dicho.
Sonreíste triunfante porque seguía al lado tuyo y me habías hecho reír del desconcierto.
No sé si las partes sean igual al todo o viceversa, si se que las luces de colores tiñeron el jardín de la casa, y que no podía prestar atención a qué tema sonaba porque estaba muy ocupada riéndome con vos.
Te reíste contra mi boca y ya no nos separó ni un centímetro. Me aferré a vos como si el tiempo hubiera dejado de existir.
Me volví a casa y pensé que si esto es el todo, o las partes por mi está bien, si me río a la par tuya y por un instante dejamos de ser extraños y mañana ya no nos volvemos a encontrar.
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