Martín

Nunca supo bien porqué dejaron de hablar. Tal vez había sido porque él no contestó un mensaje y después ella ya no volvió a escribirle, ni a llamar, ni nada.  Tampoco se hizo muchas preguntas al respecto en ese momento.
A veces, cuando se acordaba, pensaba que tal vez tendría que haberlo sospechado la última vez que se despidió de ella, con la cara triste, y un abrazo fugaz, le dijo que se cuide que la quería. Cuando cruzó la calle fue como si se hubiera evaporado.  Otras buscaba entender el por qué, no porque se reprochara algo sino porque tenía esa absurda manía de querer explicar todo.
Tal vez los encuentros se habían espaciado porque habían perdido la armonía, y de la misma forma que eso ocurrió la sintonía que alguna vez tuvieron se fue esfumando.  Por ahí incluso tenía que ver con el hecho de que nuestra cualidad efímera como seres humanos, de solo ser instantes en un presente continuo, y el innegable hecho de que aunque ciertas cosas transcurran a lo largo del  tiempo no quiere decir que lo tengan, había llegado a su inminente fin. Tal vez ellos habían sido una serie de momentos repetidos una y otra vez hasta agotar su capacidad de reproducirse, su cupo de instantes se había terminado. Las veces que coincidían también y podía ser que esa fuera la razón por la que ya no habían vuelto hablar.
O tal vez tenía simplemente que ver con que la uniquidad de ser quienes eran en aquel tiempo en el que sus vidas chocaban creando un camino compartido había caducado y perdido su carácter de irreproducible, habiendo muerto sin remedio alguno en el desgaste de la rutina de tal forma que ya no encontraron las ganas de volver a hablarse.

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