_Vivimos
tiempos de locos Alan.
_Esa no es
razón suficiente para que te sumes a su locura.
_Pero
tampoco lo es para quedarme fuera del sistema, lo sabes. Hoy en día o formas
parte, o no sos nada. Ya no es como solía ser allá hace muchos años, hoy somos
la sociedad de la imagen, todo vale lo que un instante y duras lo que los demás
vean. No podemos ir en contra de eso, no me podes hacer salir de eso. Como
tampoco vos podes salir.
_Sí que se
puede Iris.. Hay que hacerlo.
_Es una
locura.
_Después de
todo, ¿No dijiste vos que todos lo estabamos?
_Sí… pero,
es distinto.
_¿ Por qué?
_Simplemente lo es...
_Si es una locura, y estamos todos locos....
_No, vivimos tiempos de locos. En los que la violencia es lo más cotidiano, y la seguridad una utopía de la sociedad. Donde el homicidio es la moneda común y matar al de al lado lo mejor.
_Simplemente lo es...
_Si es una locura, y estamos todos locos....
_No, vivimos tiempos de locos. En los que la violencia es lo más cotidiano, y la seguridad una utopía de la sociedad. Donde el homicidio es la moneda común y matar al de al lado lo mejor.
_Tiempos de locos.
Me quedé callada al lado de él. Si bien, Alan tenía unos pocos años más que yo, siempre se sorprendía al escuchar las miserias de nuestros días , como si jamás hubiera vivido entre nosotros hasta hace unos meses. Aborrecía todo tipo de violencia, y si bien, yo también lo hacía no podía evitar sentirme acostumbrada a esta. Ya no me sorprendía que en el noticiero hubieran muertes todos los días, y por montones. Cómo tampoco me sorprendía vivir la. violencia continua El transitaba espantado los pasillos de esta buenos aires en llamas. Donde ya hacía más de un siglo el descontrol había aprisionado a nuestra sociedad y el mundo. Todos habían soñado con grandes avances y demás para nuestros tiempos, pero por el contrario todo se desarmaba lentamente. Lo que nuestros ansestros tardaron siglos en construir lo fuimos desarmando en escazas decadas. El amor al poder, el dinero y demás había dejado al mundo debastado, y también a sus habitantes. y ahora vivian las consecuencias. La auto-destrucción de las utlimas generaciones, empujandolas a extinguirse solas. Los sueños dorados del siglo veintiuno para nuestros días quedaron guardados en un cajón. Nadie quizo volver a recordarlos, porque ya todos muy bien sabíamos eramos una desepsión para todo lo que se soñó, y ahora estabamos acá en el conformismo absoluto, tratando de sobrevivir.
Me quedé callada al lado de él. Si bien, Alan tenía unos pocos años más que yo, siempre se sorprendía al escuchar las miserias de nuestros días , como si jamás hubiera vivido entre nosotros hasta hace unos meses. Aborrecía todo tipo de violencia, y si bien, yo también lo hacía no podía evitar sentirme acostumbrada a esta. Ya no me sorprendía que en el noticiero hubieran muertes todos los días, y por montones. Cómo tampoco me sorprendía vivir la. violencia continua El transitaba espantado los pasillos de esta buenos aires en llamas. Donde ya hacía más de un siglo el descontrol había aprisionado a nuestra sociedad y el mundo. Todos habían soñado con grandes avances y demás para nuestros tiempos, pero por el contrario todo se desarmaba lentamente. Lo que nuestros ansestros tardaron siglos en construir lo fuimos desarmando en escazas decadas. El amor al poder, el dinero y demás había dejado al mundo debastado, y también a sus habitantes. y ahora vivian las consecuencias. La auto-destrucción de las utlimas generaciones, empujandolas a extinguirse solas. Los sueños dorados del siglo veintiuno para nuestros días quedaron guardados en un cajón. Nadie quizo volver a recordarlos, porque ya todos muy bien sabíamos eramos una desepsión para todo lo que se soñó, y ahora estabamos acá en el conformismo absoluto, tratando de sobrevivir.
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