Tu mano en mi cintura y que me saludes con un beso en la nariz. Se me escapa la risa en ese gesto que siempre encontré familiar y a la vez nunca me terminé de acostumbrar.  Que te rías de mis caras, que me hagas burla al caminar y pateamos las hojas del otoño que avisó que está por llegar. Cuando lleguemos a la esquina y esperemos por cruzar me de un chucho de frío y sin preguntas me abraces para que refugiarme en vos y en tu calor.
Haces siempre la misma mueca, esa que te mordés el labio y sacudís lentamente la cabeza como negando algo y a la vez sonriendo. Volvemos a caminar, recorremos las mismas calles de siempre y en el mismo punto nos separamos un vez más. A veces creo que te cuesta dejarme ir a casa, como si quisieras solo un instante más y otras que huis no se si de mi, de la vida o de qué, como si tuvieras miedo de algo que no sabes bien qué es pero que igual te asusta. Otras veces en cuanto me giro me tomas la mano y tiras de mi por un último abrazo hasta la próxima vez o simplemente te me quedas mirando como a paso rápido y hecha un bollito para que el frío no se me meta en las venas me las voy picando para casa, y decidís hacer lo mismo. Así el tiempo pasa más rápido y podemos llegar y con la excusa de un "llegué bien" volver a hablar y así cortar la distancia que acabamos de recorrer.

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