Fin.

Agarra el celular, lo mira un rato. Está nervioso. Lo bloquea, lo desbloquea. Tuvo esa sensación horrible en el estómago todo el día, como un nudo que le subía por el esófago. Vuelve a desbloquear el teléfono. Nada. Pasaron cuatro días de la última vez que hablaron. Ella, ya no va a llamar.
Se mordisquea los dedos, y le da vueltas al tema. Trata de convencerse de que es una vez más de esas en las que le da un ultimatum y meses más tarde, lo busca. Sabe que es estúpido hacerlo, pero así es más fácil llevar el día. Así todo, más allá de lo convencido que intente estar, se le viene a la mente su mueca gélida. Se despidió sin dolor alguno. Ya no le dolería no hablarle más. Y a él le dolió no saber porque ya no tenía ningún valor para ella. ¿Cuando lo habría perdido? , peor aún, ¿Cómo?, que la habría llevado a perder todo tipo de afecto por él. Entonces recordó muchas situaciones en las que lo tendría más que justificado. Se sintió avergonzado de sí mismo.  Que crueles pueden ser los humanos.
_Yo- pensó- Sí... qué cruel puedo ser yo- se repitió a si mismo, inundado de incomodidad como sí alguien más lo hubiera escuchado, y se lo repitió para que le quedara claro, como si lo necesitara para no hacerlo más "Qué cruel puedo ser yo". Tanta repulsión le causó esta segunda afirmación que rosó con la perversión que lo condujo a que le generara cierta satisfacción. Se sonrió. Orgulloso, porque esas mismas crueldades lo llevaron a adueñarse de ella, adueñarse por voluntad de ella misma. Incluso, sin haber sido solicitado.
Con la misma sonrisa en la cara, volvió a desbloquear el celular, y más allá de saber que no había recibido ningún mensaje, abrió de todas formas la aplicación para corroborarlo. Nada.
Se le borró la mitad de la sonrisa, se le pintó la mitad de la tristeza en la cara y lo entendió.
Ya no va a volver- se dijo a si mismo
No. No iba a volver. Jamás iba a volver, porque él no merecía que ella lo hiciese, porque después de tanto dolor, y angustia entendió que no podría seguir permitiéndose ser el juguete de alguien más, y pintar de rosas el infierno al que la estaba arrojando.
Por esa razón una tarde irónicamente radiante, con un tono determinante, y sin lágrimas en los ojos, se despidió para siempre, de él, de sus historias, promesas y mentiras. Y se quedó solo, esperándola, porque ahora el que quería que volviera, era él.
_que crueles pueden ser los humanos- se dijo una vez mas, porque sabía que su propia crueldad se la arrancó a ella de su lado, y ya no pudo sonreír ni orgulloso ni alagado. Sólo lloró en silencio sabiendo que nunca mas le volveria a sonreír al verlo con esa sonrisa tan suya, que le llegaba a los ojos, tan suya que la hacía más hermosa, tan suya que le rompía el corazón.

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