Me acostumbré a tenerte lejos, de una forma tan retorcida que tu presencia me molesta, prefiero no tenerte nunca a tenerte un invisible instante que me deja la garganta seca, inundada de más ganas de vos.
Nunca es demasiado, nunca si estas vos ahí, nunca si en tus brazos me río, si vos me cuidas, si con vos sucede todo y el mundo es tan ordinario cuando no estas.
Yo no creo en el amor, pero creo firmemente que si existiera sería así. La felicidad apollada firmemente en la tuya, sin egoísmo alguno, solo con tu sonrisa, solo en la hermosa sinfonía de tu risa, en tus ojos cargados de una sonrisa muda, que no hace falta decirnos nada. Permanecemos en silencio, mirándonos el uno al otro, porque incluso las palabras entre los dos están demás, son tan pequeñas que no servirían de nada.
Me tomas entre tus brazos, me volves prisionera, y no me siento carente de libertad, sino más bien, en el máximo esplendor de ella, cierro los ojos, y me dejo ir porque el universo está en calma absoluta si estas ahí. 

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