La resistencia

Te acercas a mi, sin ningún tipo de respeto. No te importa que me pongas nerviosa, es más a veces creo, después de todos estos años que lo disfrutas. Me miras cuando me sonrojo, sonrío y miro hacia abajo. Una ricita simpática huye de tu boca al verme morderme con nerviosismo los labios. Tu mano termina en mi mejilla, obligándome a mirarte a los ojos. Siempre los encontré más dulces que la miel, profundos como un océano y cargados de eso, que te vuelve tan vos mismo y no tiene descripción alguna.
No hace falta que digas nada. Nunca lo hizo. De hecho, creo que sos de esas personas que las palabras no le hacen falta, que en un mínimo gesto, expresan todo. Sonreís con dulzura, y me miras esperando.
Mi respiración se acelera a cada segundo que pasa y temo que mi corazón rompa mi pecho, y solo puedo continuar mirándote a los ojos.
Tu otra mano, se aloja en mi cintura, y comienzo a creer que la cabeza me va a estallar. Estas tan cerca y tan lejos a la vez, y no paro de pensar en nada. Cada segundo es eterno, cada instante, promete jamás acabar, y vos seguís ahí, probando hasta donde mi cuerpo será capaz de soportar esta guerra.
Cuerpo versus mente, porque yo decidí olvidarte* 

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